UTOPÍA Z: PRESENTE ( entrada nº 5 )
Aquello le afecto
como a muchas otras personas, gente querida que perdió a alguien, gente adorada
que fue aniquilada. Su amada. El pensar que ya no la volvería a ver, el imaginar
que ya no la volvería a tocar, le apuntillo, solo fue un simple chispazo y el alma
de tantas vidas se perdió, ese sentir de inocentes suspirando el último
aliento, el fino alambre entre miedo y el patriotismo, el gran hueco dejado
entre los miles de corazones desgarrados le atribularon por dentro sin dejarle
dormir, sin dejarle soñar. Su única vida estuvo allí, su única razón del ser,
del todo se esfumo como una lluvia pasada. Podemos decir que se claustro en sí
mismo, normal, se aparto de amigos, familiares, vida… Yo, podría decir
que tuve la suerte de seguir entre esa fina línea, entre ese último enlace que
le quedaba con la civilización, para intentar volverle atraer al mundo real. Tal
vez me equivocara. Le di una ocupación, una función, dejándole que se
metiera aun más en lo único que fuimos buenos en su tiempo, en el único que éramos
mágicos, para que su mente no pensara y ese espíritu por fin descansara. Graso
error. El hobby se convirtió en complots y la euforia en exaltación.
Los expedientes oficiales fueron llevándose al extremo y los protocolos de
seguridad desvirtuados ante una martirizada cabeza que iba embaucándose lentamente
en una espiral peligrosa y sin vuelta atrás.
Debo reconocer
que aquello me engancho, era tan bueno en sus exposiciones, siempre,
que hasta yo mismo ayude en más de una ocasión a buscar información que pudiera
derribar los cimientos de un gobierno en la sombra, de un régimen represor que
tenia a la población cegada ante el manto de la falsedad y la ocultación.
Encontramos de todo, párrafos, videos o hechos que pasaban desapercibidos ante
una mente obtusa, tejiéndolos hilo por hilo hasta convertirlas en un gran
entramado de tela de araña, donde la intriga y el miedo fueron las señas de identidad
de nuestra firma.
Pero como todo
pasa, mi vida encontró un equilibrio, trabajo, casa y un buen amor; Sara,
mi bella y dulce Sara. Fui bajando de intensidad, de trato, de devoción.
El tiempo ya no era eterno y los pocos minutos de descanso me eran imposibles
concentrarme en los engranajes de conjeturas de mi pequeño buen amigo
norcoreano, alejándole de mí lentamente. Solamente, dos veces por semana, las
largas noches veladas fueron las que reiniciaban débilmente esas grandes mentiras
de conspiraciones.
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