UTOPÍA Z: PRESENTE ( entrada nº 4 )
…Yota “ Scout “ Lauper. Ocupación, conspiranoico.
Dispensar de ideas, teorías, doctrinas de un gobierno en la sombra. Fuente de
oscuros secretos, conceptos asimétricos de temibles sistemas que engloban
sectas, evangelios o evocaciones de un visionario muerto. Rara especie que solo
admitía a unos pocos, un círculo de amigos señalados a dedo y apartados
de la sociedad por sus conjeturas paranoicas de especulaciones rocambolescas.
Un género enigmático, un predicador del nuevo mañana siendo el último ermitaño
de memoria eidética.
Sé que para la gente normal
en la que se movía la sociedad, la palabra conspiranoico no existía o
por lo menos en el formato en el que comprendemos su significado. Pero en el
ámbito en el que me deslizaba yo, si coexistía, se mezclaba entre los juegos de
palabras impronunciables, anómalos, un poco sicalípticos en su forma de ser
para darle un toque exótico a esas personas que rara vez eran normales. Como
bien he detallado. La gente en el que se basaba este vocablo se orientaba
a esos textos que nos ocultaban el alto mando de nuestro país, el cual nos
hacían preguntas sin respuestas. Brotando al instante pensamientos de
manipulación, obsesionándote con esa prosaica regencia jurídica de la
autoridad: informes obstaculizados o perdidos, perímetros
gubernamentales prohibidos, zonas o puntos de contacto eliminados en el Google
Maps, acciones ocultas llevadas por el gobierno, respuestas inverosímiles o
poco creíbles a hechos inexplicables. En total, eso era lo que se podría llamar
una persona conspiranoica, un tipo extremo en el que cohabitaba con su
propia burbuja y no deseaba rasgarla lo más mínimo para que la contaminación de
fuera no entrara en su interior.
Yota era así, un
inverosímil ejemplar con la facultad de realzarte los más profundos recelos de
este organismo camuflado, moldeando en tu cabeza, como una materia sin forma,
las cábalas más descabelladas que pudieran surgir en ese lado imaginativo de tu
cerebro, y a su vez, integrándote esas hipótesis que realmente asustaban de
verdad.
Su apartamento, una gran
colmena, centenares de listados o documentos era meticulosamente apilados unos
encima de otro, algunos sacados de contexto o otros recreados desde cero,
formando largas columnas que llegaban hasta techo, embutiendo el entorno con
ese olor emblemático a papel aglomerado. Es cierto que estaba un poco
paranoico, y quien no en esos tiempos, sus desvaríos mentales te
provocaban pequeñas jaquecas que solo era subsanables alejándote de él durante
un tiempo, pero también hay que reconocer que era un genio, un verdadero
prodigio de la vida con una intelecto portentosa. Podía recordar cualquier cosa
visto u oído tiempo atrás, e incluso fugazmente, para rememorarlas de manera
exactas sin dejar nada a lo desconocido y deletrearlas palabra por palabra. Un
auténtico talento con el que nunca se podía llevar la contraria.
Le conocí en la universidad
pública de California, también destacada por
su acrónico, UCLA, en 1994. Era un norcoreano estadounidense
nacionalizado desde los tres años, adoptado por una familia adinerada de Newport
Beach; niños que eran deducibles en los Impuesto sobre la Renta y
mostraban el lado afectivo a los que amparaban a estos pequeños cara al
público. Ya por aquel entonces, Yota era un poco excéntrico, se
especializo en lo mismo que yo, ingeniero informático y nos hicimos buenos
amigos por tener una afinidad común en los estudios. Lo desconocido o
expedientes X, como lo quieran llamar, vino después, creando esos lazos de
hermandad y compenetrándonos aun más en nuestro pasa tiempo favorito.
Creamos una red confidencial,
donde solo cuatro semejantes a nosotros, debatíamos sobre las tesis de los
múltiples avistamientos de ovnis en todo el mundo, sobresaliendo de manera
magistral los dictámenes que terminaban a altas de la madrugada. Podría narrar
cientos de historias en las que se controvertían en aquel grupo, buenos años en
la que su mente iba perdiéndose poco a poco. Posiblemente todo fue culpa
de nosotros. Poco después vino el 11-S y todo su raciocinio se perdió por
completo, dejándose llevar al lado oscuro de lo conspiranoico.
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