UTOPÍA Z: PRESENTE ( entrada nº 7 )
La luz radiante del monitor abofeteo mi rostro, me cegó por unos instantes, mi pupila había sido bombardeada por esos haces luminosos, por esos destellos brillantes del computador, donde poco a poco el paso de los segundos iba asimilándolo y dilucidando el rostro de mi asistido. Allí se hallaba, cohibido, con esos ojillos rasgados escondidos entre la penumbra, notándosele el miedo, mirándome estático, expectante, con esa fosforescencia refulgente del terminal enfocándole etéreamente los rasgo más profundos de su rostro. Su cuarto, apenas palpable, era sepultado por un manto de tinieblas, tétrico, asfixiante. Solo, a los lejos, apoyado en una de las mesillas de la cama, un flexo parpadeaba interminablemente los contornos lúgubres del lugar revelando entre los tenues destellos de la lamparilla tres discos duros sobre el edredón del camastro, etiquetados, separados. Encima del escritorio, entorpeciendo al teclado a la hora de escribir, se advertían un par de libros